La comunidad internacional actúa como si se hubiera dado la palabra para desacreditar definitivamente el régimen de no proliferación nuclear. Recordaremos la crisis de Corea del Norte y su retirada del tratado de no proliferación (TNP) en 2003, sin que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se mueva por temor a un veto chino. Si bien la comunidad internacional parece no haber aprendido nada de esta crisis, la lección no se ha perdido para todos. Irán está preparando el terreno para seguir el mismo camino, en caso de que el Consejo de Seguridad amenace el desarrollo de su programa nuclear.
En noviembre de 2003, en un informe condenatorio, la Agencia Internacional de Energía Nuclear (OIEA) reveló que Irán había seguido un programa clandestino de enriquecimiento de uranio por centrifugación durante dieciocho años y había ocultado una serie de cantidad considerable de instalaciones, actividades y materiales nucleares en violación de sus compromisos. Este asunto debería haber sido examinado por el Consejo de Seguridad, según lo dispuesto en los estatutos del Organismo. No fue por varias razones. En primer lugar, porque varios países han señalado la ausencia de "pruebas de que material y actividades nucleares no declarados anteriormente se hayan vinculado a un programa de armas nucleares", aunque todos son conscientes de que el Organismo no tiene los medios necesarios para proporcionar dicha prueba antes de que sea demasiado tarde.