¿Parar el avión? La generación RyanAir nos cuenta su dilema
Han conocido los años en que descubrimos que podíamos tomar un avión a un precio bajo. Ahora es el momento de tomar conciencia de la huella de carbono que genera este modo de transporte.
Por Sandra Lorenzo 8 Junio 2019 huffingtonpost
A principios de la década de 2000, EasyJet y RyanAir llegan a Francia y ofrecen boletos de avión a precios nunca vistos. El avión se vuelve accesible y, a menudo, más barato que el tren. Los boletos se compran sin hacer demasiadas preguntas, viajar, pensados de acuerdo con los aeropuertos que atienden estas aerolíneas de bajo costo.
Veinte años después, el precio de los boletos de avión sigue siendo bajo y se abren nuevas líneas regularmente. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, la cantidad de vuelos en Europa en 2014 fue aproximadamente un 80% mayor que en 1990. Tomando las tasas de ocupación promedio, la Agencia Europea del Medio Ambiente informa una tasa de emisión de 14 gramos de CO2 por pasajero por kilómetro para el tren (con pasajeros 156 adentro) contra 104 gramos para el automóvil (con Pasajero 1,5) y 285 gramos para el avión (con pasajeros 88).
Otra novedad es que el público en general ya no ignora el costo ambiental de este modo de transporte. Los suecos incluso inventaron un nombre por la vergüenza de volar por razones medioambientales, el "flygskam". La pregunta ahora surge con mucha más precisión en la conciencia ambiental: ¿y si fuera simplemente necesario dejar de tomar el avión?
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