Veinte años después de la explosión del reactor de Chernobyl No. 4, está claro que la información siempre se distribuye con moderación. Y, además, las preguntas fundamentales siguen siendo tabú: ¿qué hacer con las viejas centrales nucleares? ¿Cómo aumentar la seguridad en los que se construirán? ¿Es realmente imposible un nuevo Chernobyl? Las autoridades públicas a menudo permanecen poco claras frente a estas preguntas legítimas.