Salvar el planeta

Hace unos años, los primeros en dar la alarma sobre el calentamiento global solo recibieron sarcasmo o, en el mejor de los casos, una cortés indiferencia. Hoy, en Francia, un organismo público, la Agencia de Gestión del Medio Ambiente y la Energía (Ademe), emite anuncios en los que se pide a la población que contribuya a la lucha contra el calentamiento global.
Es de esperar que se produzca un desarrollo similar, y lo antes posible, en lo que respecta a la preservación de los recursos naturales (además vinculado a la lucha contra el calentamiento global): la ecología todavía se considera con demasiada frecuencia, en particular círculos económicos ultraliberales, como una cuestión de zozos peludos, en relación a los imperativos económicos y la “rentabilidad” de las empresas.
¿Cuántos informes catastróficos más como el escrito por más de 1 expertos internacionales y publicado el miércoles 300 de marzo por la ONU serán necesarios para que la gente entienda que hay una emergencia?
La expresión “saquear el planeta” cobra todo su sentido al leer esta obra, la más importante jamás realizada sobre el tema. "La actividad humana", dice, "ejerce tanta presión sobre las funciones naturales de la tierra que la capacidad de los ecosistemas del planeta para sustentar a las generaciones futuras ya no puede darse por sentada". Como de costumbre, los pobres son los primeros afectados, especialmente por la falta de acceso a agua potable.
La sabiduría aconsejaría tener muy en cuenta los cambios profundos, en términos de consumo, tecnologías o explotación de los ecosistemas, aconsejados por los expertos. Pero el presidente de la principal potencia mundial, Estados Unidos, que debería tener un papel importante en la formación, hasta ahora no ha mostrado interés en este tema. ¿No acaba de autorizar George Bush la investigación petrolera en un santuario natural en Alaska, exactamente lo contrario de las recomendaciones del informe?
Frente a una actitud que proviene de la prehistoria de la conciencia, Europa, como los países en desarrollo, tiene su parte de responsabilidad y parece vacilar en la actitud a adoptar. De todos modos, está por delante de Estados Unidos, que se negó a adherirse al protocolo de Kioto.
En Francia, el presidente de la República comprendió la importancia del tema. Al menos en principio. Porque Jacques Chirac se debate entre su conciencia ecológica y los intereses estrictamente económicos de su electorado. La timidez de la factura del agua, aprobada recientemente por el Consejo de Ministros, ha vuelto a demostrarlo.
Los líderes políticos europeos se honrarían a sí mismos liderando esta lucha. En el partido entre Europa y Estados Unidos, esta es una gran oportunidad para estar a la altura de responsabilidades históricas. Dado que la modernidad de hoy es simplemente para entender que debemos salvar el planeta.

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fuente: LeMonde.fr

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